Se habla mucho de la educación en este país. Se habla mucho de lo mala que es la educación en este país, concretamente. Parece que nadie lo oye, pero todos hablamos de ello con preocupación, con un nudo en la garganta. Los jóvenes estamos angustiados pensando en nuestro futuro. ¿Qué haremos el día de mañana? ¿Tendremos que irnos de aquí? Parece que estamos abocados a ello. No solo porque no encontramos trabajo, porque no haya nadie que quiera contratarnos (bueno, sabéis que yo he tenido suerte en ese sentido… pero entendéis el sentimiento general), sino porque no nos sentimos suficientemente preparados.
Terminé mi carrera (filología hispánica) en 2010. Yo tenía muy claro lo que quería hacer después, pero mis compañeros nadaban en un mar de dudas. Unos hicieron un título propio, otros optaron por el máster de educación, algunos se metieron a otros másters… No os engaño si os digo que ni uno solo de ellos me ha hablado bien de su curso con la boca abierta y con la voz tranquila. Ni uno. Pero mi caso es el contrario.
Yo hice un posgrado. Desde primero de carrera he tenido claro que lo mío era la fonética… ya ves, el chico raro de clase. Pero qué queréis que os diga, me lo paso bien con los sonidos, con los análisis, con valores, números, estadísticas… Le tengo mucho cariño a la fonética, no es simplemente «el mal menor», como algunos de mis compañeros eligieron. ¿Vocacional? No sé, de pequeño me daban miedo los ruidos fuertes. El caso es que le tengo mucho cariño. Por eso elegí hacer el posgrado en estudios fónicos del CSIC, porque es de lo único que se ofrece al respecto en este país. No me atrevo a decir «lo único» porque no lo conozco todo… Pero en fin, que yo sepa, no hay nada más que trate la fonética.
Y vaya posgrado. No he dejado de tener contacto con mis compañeros de carrera (con algunos), y yo mismo me he sorprendido cuando, conversando con ellos sobre nuestro presente, he encontrado que mis comentarios eran muy diferentes a los suyos. La mayoría se quejaban de un mal plan de estudios, de una relativa dejadez por parte de los profesores, de una incompleta inatención por parte del personal de dirección. Y en mi caso todo ha sido justo lo contrario.
Salvando algunas excepciones que siempre tiene que haber, el profesorado del posgrado en estudios fónicos del CSIC y la UIMP es un personal completamente dedicado a su labor, tan enamorado de lo que enseñan como los que estábamos sentados en las mesas escuchando atentos. Más de uno (y más de dos) han declarado su envidia hacia nosotros: los mejores especialistas de cada campo exprimiendo sus conocimientos para nosotros, que bebíamos con ganas de ese manantial. Y del equipo directivo… No sé, no puedo tener mejores elogios. Hacia los responsables de cada módulo: Joaquim Llisterri en Tecnologías del Habla, María Jesús Machuca en fonética judicial, Carolina Pérez en norma y patologías del habla y María José Albalá para adquisición del componente fónico. De los responsables de laboratorio, Helena Alves, Rocío Peña. De Jorge Rico, por supuesto, al frente de la web (con Helena Alves de nuevo). De Patricia y Eugenia, las doctorandas del posgrado, siempre dispuestas a ayudar en lo que fuera.
Pero si alguien merece una mención especial es la directora, Juana Gil. Una sonrisa constante por los pasillos, un empujón cuando el trabajo es mucho. Incansable, infatigable, siempre detrás de nosotros, siempre con ayuda, siempre preocupada, siempre con ilusión. No quiero que ningún profesor se lo tome a mal, pero creo que no he tenido un referente docente similar jamás. Y hay profesores a los que quiero mucho, profesores a los que estimo y aprecio de una manera muy especial. Pero Juana… en fin. Quien la conozca sé que me dará la razón.
Así que sí, yo hice un posgrado y fue un posgrado alucinante. Tan provechoso que repito, y este año estudiaré otra especialidad con ellos. Y quiero volver al principio: en este país la educación está fatal. Porque si este máster es tan bueno y tan alucinante es gracias a todas las personas que he mencionado más arriba, y no precisamente a lo que este país les ha dado. Pero se puede, amigos, ese es el mensaje que quiero dar. Se puede hacer un gran posgrado si hay gente dedicada, y al final es lo que siempre he defendido. Que hay políticos y mandamases que jamás se han puesto en una pizarra empeñados en imponer doctrinas que ellos mismos no comprenden. Pero en primera línea de fuego, en una clase, solo hay dos factores importantes: el profesor y los alumnos. Si el profesor quiere enseñar y los alumnos quieren aprender… en fin. Da igual lo que manden desde arriba. Habrá educación.